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Esta mañana me he levantado como un día cualquiera, me he calentado mi vaso de leche en un cazo a fuego lento para que no haga nata, he hecho a la sartén unas tortitas muy finas que después he rellenado con una confitura de mermelada de arándanos que he aprendido a hacer desde hace poco y lo he adornado con unas láminas de cabello de ángel que también hago yo. Han sido unas semanas duras (y hambrientas), y ahora que ya había empezado a rehacer mi vida tras el secuestro de mi microondas, me he encontrado un paquete a la puerta de mi casa.

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