Ya hemos hablado de películas y de televisores, así que vamos a hablar del mayor criminal que existe contra el cine. No estoy hablando del mule, ni de los guionistas, ni de la Ministra de Cultura, ni siquiera de Jennifer López. Estoy hablando de la necesidad imperiosa de ir al baño.

Pasa siempre. Te sientas a ver una peli, crees que lo tienes todo. Bebida, palomitas, una manta (si estás en casa), te recuestas bien cómodo en tu sofá, pones la peli y justo cuando empiezan a sonar los primeros acordes de la «Metro Goldwyn Mayer» empiezas a notar un ligero cosquilleo en tus zonas inferiores. En ese momento dudas, paro la peli y me levanto o bien aguanto a ver si se me pasan las ganas.

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